Sobre el horror cósmico

EL HORROR CÓSMICO
Nadie puede aspirar a un poder así y contemplar el universo del mismo modo.





Es difícil recrearse en el horror cósmico. Muchas veces acaba derivando en una adaptación fantasiosa de un bestiario alienígena al que se insta, en horas cuerdas, a huir mientras aún se pueda. Por otro lado, ¿quién busca activamente la insignificancia de su personaje cuando, precisamente, ha venido a jugar una historia donde espera poder ser justo lo contrario? El horror cósmico requiere enfrentar un desafío insuperable como si se tratase de una afrenta desafiante, debe manifestarse como imposible pero sentirse como improbable. Es tedioso, exhausto y aterrador. Tal vez la imagen más clara de ello no se encuentre en los relatos lovecraftianos de las evocadoras tierras de ensueño, en las fauces babeantes en un color eléctrico de los sabuesos de Tíndalos o en una melodía inefable de un viejo violinista alemán. La inmensidad del espacio es un elemento autosuficiente como para asfixiarnos en esa angustia incorpórea sin necesidad de una mitología aterradora.

El horror es un rostro conocido que preferimos olvidar. Mientras los seres no inteligentes de la galaxia solo contemplan la muerte con un miedo natural, los que la  emplean hasta adquirir una cierta consciencia recuerdan algo que habían olvidado; su insignificancia. Esto se manifiesta de varias maneras, pero el universo mismo es esencialmente la antítesis de la psicología que lo habita. Guerras, plagas, genocidios, enfermedades, entre otros males, pueblan las distancias interestelares inhóspitas. La muerte en Star Wars es, generalmente, algo bello y trascendental a ojos de la Fuerza. Así lo recogen las líneas del Código Jedi y así, debía mostrarse de cara a las historias que querían contarnos las películas. Pero la galaxia no es solo el hogar de una familia destinada a cumplir con una supuesta profecia. La galaxia es también los restos de un buque maltrecho que en su desidia se siente más cálido y sus enseñanzas, más cercanas, si bien insignificantes.  Confrontar la náusea que cohabita en cada individuo es la causa común de mortalidad en la mayor parte de los sectores, civilizados o no, todo eso parece dar igual, y aquellos que no han acabado consigo mismo, a sazón de todos los males antes citados, normalmente desearían haberlo hecho, otros lo hacen mientras viven, día tras día, sin dejar tregua alguna.

La ansiedad, la depresión y el horror acaban siendo el fin último de la vida. Casi todos los seres sufren un colapso mental en algún momento de sus vidas y mientras así sea, pasarán muchos millones de años antes de que la galaxia deje de moldearse en su conflicto y, finalmente, muera. Esto se extiende al ámbito metafísico. Priva a un sabio de al menos uno de sus sentidos y no tardará en contemplar la locura en su forma manifiesta. La percepción lo es todo, no hay mayor lección en todo esto, solo una galaxia azotada por la lucha que tiene lugar en los rincones más oscuros de quienes aún viven. Es un reino sin reyes y sin leyes, mas allá de la indiferencia que igual permite alzar pirámides desde la arena a esparcirlas como polvo entre las estrellas.

Sus habitantes no están mentalmente bien. No pueden estarlo. Viven en una sociedad donde la guerra ha manchado hasta el último rincón conocido, y aquellos que desearán no llegar a conocer. El pasado deja sus cicatrices y las largas distancias hacen que los demonios personales, muy a menudo, se vuelven literales. Las ilusiones pueden convertirse en realidad en un momento dado. Eso es la Fuerza, una ilusión hiriente. Las criaturas más poderosas y enfermas que existen son quienes tratan de poseerla. Están tan profusamente enfermos que realmente distorsionan el mundo que les rodea. Utilizan esta habilidad para llevar el universo cada vez más lejos hacia la locura. Guerra tras guerra, muerte tras muerte bajo cada ideal fallido, con la esperanza desesperada de que la realidad se suicide y acabe con este sufrimiento. Eso es la Fuerza, el espejo al horror cósmico, y tú, como habitante de esa galaxia, estás sosteniendo su mango.

Civilizaciones enteras se han formado alrededor del objetivo expreso de no sucumbir en la locura y alcanzar el Sublime entre las estrellas. De ahí que ni siquiera una, ni por asomo de sus pesadillas, haya tenido éxito. A la hora de escribir sus historias y mitos, caen en sesgos de opinión marcados por la sociedad del momento. Donde la era de la República en las películas nos mostraron la caída en desgracia de Anakin Skywalker a través de la guerra y escuetos retazos de la corrupción senatorial, en un mundo colmado por la quiebra de los mercados financieros, la guerra en Oriente Medio y la pérdida de la confianza en las instituciones; la era de la Rebelión fue el epítome del camino del héroe. Luke Skywalker, asciende desde cero y culmina con el triunfo definitivo del bien sobre el mal en una sociedad capitalista que aún recordaba los horrores de la segunda guerra mundial a través de una propaganda anticomunista, estableciendo un único marco de referencia binarios del bien y el mal inamovibles. Un final donde "todos fueron felices y comieron perdices", la República se recompone, el Imperio se disemina en pequeños sistemas y una flota errante, la Orden Jedi es restaurada y así sucesivamente.

Si bien los personajes son seres inanimados de todo lo que ocurrió hace mucho tiempo en un galaxia muy, muy lejana, las historias son escritas por personas de nuestra época y no dejan de ser un reflejo sesgado de la sociedad del momento. Star Wars siempre ha sido y será un buen cimiento del género del space opera de igual modo que Lovecraft pasó a ser visto como un magnífico artesano del horror. No obstante, ambos mundos comparten una visión miope de la vida.  Cuando juegues, ve más allá de esquemas binarios y maniqueos en todos y cada uno de los aspectos. Si lo haces, descubrirás que tienes más historias y más historias interesantes que contar.

Pero recuerda, esto es una ficción, y sin embargo hay más verdad en la máscara que usamos, en el juego que jugamos, en la ficción que obedecemos y seguimos, que en lo que está oculto bajo la máscara. Esa máscara son los personajes que interpretamos y sus historias, y no una excusa para vulgaridades innecesarias, insultos raciales y cualquier otra conducta similar eclipse a la trama que se pretende elaborar de manera conjunta. La galaxia, y por ende, nuestro planeta ya tiene demasiado que soportar como para reproducir esos comportamientos aquí, dentro de la ficción.

Antonio Ganfornina Andrades



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